domingo, 26 de junio de 2011

La Burbuja que Ríe. Pues sí, debe de ser muy feliz.



C/ Ángel, 16, 28005 Madrid
913 66 51 67

Antes podía ser muy reiterativo el tema de los restaurantes regionales y, cómo no, las mal llamadas tabernas asturianas. En cualquier bareto propiedad de un asturiano donde ponían sidra el Gaitero se decía que había una taberna asturiana. Aquellos de nosotros que hemos estado en Asturias sabemos cuál es la auténtica entidad de un restaurante asturiano, más próximo a un figón o, incluso, a una bodega, que a una taberna o a un restaurante. Son llamados "Chigres". Es por ello que esta taberna (me gusta llamarla así) sí que tiene cierto aire asturiano. Aparte de estar en una zona muy auténtica de Madrid, en frente de la Real Basílica de San Francisco el Grande, en un callejón propio del Madrid de los Austrias y próxima a varios restaurantes famosos y famosillos de la capital (como la Posada de la Villa, Casa Lucio, Casa Lucas...)
La entrada está bien indicada, con un cartel de estilo años 40 que, realmente sí incita a asomar la cabeza. En ese instante, posiblemente, quedes enganchado: el aroma a sidra, a carne a la piedra, el murmullo de los numerosos comensales, y un ambiente desenfadado y simpático hacen que su nombre sea digno testimonio de lo que es esta casa.

Una amplia barra con numerosos taburetes, mesas bajas de banco corrido en colores verdes, paredes con sustancia acabadas a llana, que dan una apariencia rústica y acogedora.Siéntate en la barra para tomarte una botellita de la auténtica sidra mientras reservas una mesa, aunque ya puestos se puede comer en la barra. Con una atención por parte de los camareros razonable, dada la afluencia de parroquianos, ahí sentados, pensamos qué se nos antoja.

Para empezar, unos mejillones al vapor. Baratitos, saludables, y muy ricos. Perfectamente maridados con la sidra. Luego, también contamos con otros moluscos como las almejas, en una salsita aceptable que podría llamarse "a la marinera". Una vez entonados con la segunda botella, quizá nos apetezca algo más rotundo, para los queseros hay varias propuestas, como las costillas al cabrales, o la tabla de quesos "5 variedades". Pero quizá queremos algo más rotundo, como el fabuloso Entrecot al aceptable precio de 24€ que llena a 2 personas. No hace falta mucha suerte para que esta carne no tenga sabor a cámara, aunque a veces ha ocurrido. Dependerá del pedido y la consumición. Este plato se sirve al modo "típico" de la piedra caliente. Que, aunque agradable y divertido, suele molestar a comensales cercanos, que lo suelen aceptar con buen talante.
En el apartado de pescados podemos destacar los lomos de bonito a la sidra y el pastel de bacalao, que se dejan comer sin ser sensacionales, la sidra ayuda mucho.

En el apartado de bebidas, obviamente, la botella a unos 5€ de sidra es la estrella. Podemos pedir a un camarero o chigrero que nos la escancíe, pero dada la forma en que se toma la sidra (culito a culito) puede que nos mande a... y seguramente nos señale uno de los varios "aparatejos" para escanciarla por presión de aire. Aparte, contamos con los vinos básicos de siempre, por si alguien quiere salirse un poco del plato, lo cual, como siempre, no es aconsejable, ya que pagaremos esa brutal diferencia típica en cualquier restaurante.

Podemos decir que el ambiente agradable y distendido, y una razonable calidad igual que su precio hacen de este Chigres un sitio aconsejable si te das un paseo por esta típica zona de Madrid. Sobre todo, en compañía de amigos, y si quieres echar unas risas...Vamos, sin grandes pretensiones.

El Puchero, obviamente comida casera

Cierta estética Mediterránea en la fachada y decoración general.

Calle Larra, 13. 28004 Madrid Teléfono de reservas: 914 450 577

Calle Padre Damian, 37. 28036 Madrid
Teléfono de reservas: 913 456 298

El Puchero, con dos casas: una en la calle Larra y otra en Padre Damian. Esta última va a ser víctima de nuestra "agresión" ... Anda, pues va a ser que no, porque al Puchero le pasa como a los cerdos: que me gustan hasta los andares. Siempre hemos pretendido ser objetivos y plantear tanto los aspectos positivos, como los negativos. Hemos de reconocer que, en este caso, es muy difícil destacar algo que sea negativo. Y vamos a exponer el porqué:

Ya hemos referido que nos centraremos en la casa de Padre Damian. Si el Puchero de Larra fue fundado en los años 40 y, desde entonces, fue referente de la buena comida elaborada por la "Dueña", mujer rotunda, despierta, y con iniciativa, el de Padre Damian se abrió en 1995. No puedo recordar la de veces que he disfrutado de comidas y cenas en este restaurante tan agradable como acogedor. El ambiente no es especialmente íntimo, ya que la sala principal está distribuida en forma semicircular, con aproximadamente media docena de mesas en un entorno sencillo, con gran sensación de amplitud, que dota al lugar de un cierto aire mediterráneo. A la entrada, una pequeña barra casi simbólica, pero todo con gran cuidado y esmero, y un servicio amigable y efectivo. Los camareros son de una gran profesionalidad, algo muy de agradecer en nuestros días.

Sencillo y acogedor.

Una vez relajado en mi mesa, puedo elegir en un menú no muy amplio, pero suculento, una serie de platos selectos y caseros, comida del país, como la que haría cualquiera de nuestras abuelas (si le gustase cocinar). La carta se divide, principalmente, en comidas de temporada, el Puchero del día (la "especialidad" del día), entrantes, carnes y pescados. El Puchero del día son una serie de platos especialidad de la casa, entre los que cabe destacar: los sábados de fabes y los miércoles de lentejas, sin menospreciar el cocido o el cochinillo, y las demás especialidades. La que menos nos gusta es la del domingo, y es que como Dios descansan este día. Una pena. Cuántas familias se quedan sin disfrutar de su comida dominical, al igual que yo, en pro del merecido relajo del personal del Puchero. Cuántas veces he llorado su ausencia dominical... La verdad es que, según escribo esto, se me está haciendo la boca agua.
De verdad, intento ser objetivo. Pero, recordando sus deliciosas croquetas, la brandada de bacalao y esas abitas tiernas en su punto me es sumamente difícil sacar mi vena ácida.

En conclusión, y no me quiero extender porque se me va a ver el plumero, es un lugar muy agradable para ir entre semana y ADEMÁS SE PUEDE FUMAR EN SU TERRAZA que, aunque esté en mitad de la acera, tiene buenas sombrillas bajo las que me resguardé en la última visita de una torrencial tormenta de primavera, mientras degustaba un plato de abitas tiernas, con un Rueda más que aceptable a un precio menos que justo... como siempre en Madrid. El sábado hay que tener en cuenta que es un día familiar y, obviamente, tras hacer una reserva, nos vamos a encontrar con un público un tanto ruidoso e infantil. ¡Ah! Se me olvidaba mi plato favorito: EL ESCALOPE. Rebozado perfecto, sin grasa y tierno, como un solomillo. A un precio adecuado, sin tanta pompa y circunstancia como le dan en la Ancha, del que ya hablaremos sin tanta vehemencia.

Precio: 30€/persona... muy razonable y excelente relación calidad-precio y servicio.

Café Saigón: revive el estilo colonial

Detalle de la decoración de estilo colonial.

Dirección: María de Molina, 4
Teléfono: 91 563 15 66

Al principio de la calle de María de Molina, en frente prácticamente del Instituto de Empresa, está el Café Saigón. Cuidado, no te lo pases. Sí, ahí, donde los leones. Porque la entrada casi pasa desapercibida, ya que está un tanto "retranqueada" con respecto a la fachada. Curiosamente, de café no tiene nada. Su nombre se debe a un afamado restaurante-café de los años 60 que había en la capital de Vietnam, muy concurrido por escritores de la Generación Perdida y colonos franceses e ingleses.

No es un restaurante chino ad-hoc, no está lleno de lacados rojos ni figuras de Buda, ni farolillos (gracias a Dios) es más tipo Thai Gardens.

Su decoración es más tipo colonial, con maderas oscuras, y se desarrolla en dos plantas y una terraza. Amén de la barra que hay a la entrada, que es más bien una sala de espera donde tomar alguna copa o aperitivo antes de entrar. La sala superior es más íntima, con una iluminación matizada, muy adecuada para cenas "románticas". Mientras, la planta principal es un salón más amplio, con una docena de mesas aproximadamente, algo más luminosa y adecuada para cenas y comidas de amigos y familias. Desde esta misma planta se sale a una terraza con unas seis mesas de dos, y hasta cuatro personas, muy apropiada para las noches de verano y aquellos que quieran fumar. Tiene un sistema de toldos que preservan bastante del sol directo. Y, aunque el entorno de la terraza no es excesivamente "bonito" (es una zona interior del edificio) ya os he dicho que por la noche se hace muy agradable, y hasta acogedor, recordando incluso a algunos callejones típicos en las grandes ciudades asiáticas como Hong Kong o Shanghai.


Detalle de la acogedora terraza.

La referencia culinaria sobre este sitio se basa en cuatro visitas a diferentes horas, hechas a lo largo de dos años. Creo recordar que el Café Saigón se inició en el año 2001. Desde entonces, ha mantenido una más que aceptable cocina de tipo vietnamita, con una relación calidad-precio muy buena. Sin tanta parafernalia como el Thai Gardens, ofrece cuatro menús que van desde los 30 a los 40€, además de una carta si no extensa, sí aceptable y muy cuidada. Con platos con una presentación adecuada, sabrosos. En estas tres visitas no he comido nada que no hiciera disfrutar al paladar. Siempre viene aconsejado por los camareros, que dan un servicio sobresaliente y agradable. Los menús son variados y amplios, dejándote satisfecho tanto en calidad como en cantidad. Lo único excesivo, aunque es bastante común en nuestros restaurantes, es el precio de las bebidas. Por ejemplo, la última vez tomé un Viña del Vero Gewürztraminer al sórdido precio de 21€, cuando la botella en cualquier supermercado no pasa de 10€. Esto hace que la cuenta para dos personas ronde siempre los 100€, si añadimos los cafés, ya que el postre está incluido.

En conclusión, es una alternativa muy válida a la comida oriental no-sushi, sin tener que pasar por el Thai Gardens, teniendo que dejar la tarjeta de crédito a la entrada. Si bien es cierto que no es barato, si somos inteligentes y ajustamos se puede comer o cenar por 60€ dos personas, si seleccionas los platos de la carta, pides copas o cerveza, y el cafelito o la infusión te la tomas en otro sitio, o terminando la velada en tu casa con un buen Jamaica y una buena tertulia.

sábado, 28 de agosto de 2010

Una noche en el Thai

Pues todos conoceréis el Thai Gardens, situado en el Paseo de la Habana , 3, conocido por su antecesor de Jorge Juan, esta es una casa con cierto renombre ya en Madrid. Por lo cual, en principio, ya estás predispuesto favorablemente. Error. Ya estamos más que acostumbrados a los restaurantes de comida oriental tan abundantes en la capital con calidades de lo más variado, desde desastrosos y abominables (todos tenemos alguno al lado de casa) a los más sofisticados y fieles a la tradición, como el Café Saigón (del cual ya hablaremos más adelante, hay que revisarlo).

Una noche de ofuscación en Madrid, buscando dónde cenar en la zona de Castellana, fuimos desde el restaurante filipino Zulú, donde no cenamos por la ambigüedad en lo referente a la zona de fumadores (cartel de "Se permite fumar" y una vez dentro, con mirada ojiplática se nos dice que no), hasta acabar en el susodicho Thai Gardens.

En principio pensamos que no habría sitio, pero como era pronto nos dieron una mesa de fumadores sin problema. La entrada y la recepción al cliente es típicamente agradable, en estos asiáticos de primer nivel. Nos recogieron los cascos de la moto, y cruzamos un amplio salón con estética Thai bastante conseguida. Maderas oscuras labradas, iluminación indirecta, y plantas de carácter tropical... típico. En general, el ambiente es agradable y "romanticón".

Claro que, lo más importante es lo que viene ahora: mesas pequeñas y demasiado apretadas que, según se iban llenando, hacían el ambiente menos romántico y más agobiante; la carta, sin ser abundante, es suficiente, aunque poco explícita para un desconocedor de la comida tailandesa. Entrantes, primeros platos, carnes y pescados, sopas... Claro, que esto es lo de siempre, pero lo que nos interesa es la forma de cocinar. Se supone que abundan las especias, y los platos se dividen en "Moderadamente picantes", "Picantes" y "Muy picantes".

Hay un menú degustación a un precio aparentemente moderado que, junto con la bebida y el postre, se puede ir a los 60€ por persona. Nosotros preferimos experimentar y, ya que era hora para cenar, tampoco era caso comer en exceso. Así que pedimos un Massaman Thai y un Mapraw, y para beber, un vino Palacio de Bornos (Verdejo). El primer plato mencionado era moderadamente picante, y el segundo era muy picante. Ambos consistían en carne guisada con diferentes especias y en salsa. El Mapraw venía en un coco y, aunque el sabor era agradable y suave, no tenía la consideración de picante. Y, de coco, tampoco. Era un solomillo de ternera guisado en taquitos pequeños, con un cierto sabor dulzón (posiblemente de una melaza o miel), y más bien escaso en cantidad. Era el más caro de los platos de carne, y no vimos muy clara esa relación calidad-precio. En cambio, el Massaman Thai que, aparentemente era más "humilde", resultó ser más jugoso e igual de picante que el Mapraw, además de ser más abundante. El plato se presentaba en un cubito de zinc, que se mantenía templado con una velita... muy mono.

El guiso realmente estaba en su punto en cuanto a cocción, las especias les daban un sabor agradable... un puchero de la abuela muy a propósito. De guarnición, acompañaban patatas cocidas.

Como es normal en la comida oriental, acompañamos ambas carnes con arroz (Thai Hom Mali), al punto y bien hecho. No olvidemos un entrante de variados llamado Thai Gardens, que consistía en un surtido de varias especialidades típicas de Tailandia a modo de empanadillas, rollitos y pinchos...

En resumen, mucho ruido y pocas nueces. Literalmente. La relación calidad-precio no es nada consecuente. Lo aquí expuesto, más un Long Ching (té verde), fue 80€. Si la cantidad hubiera sido mayor, habría sido adecuado al precio. Pero, teniendo en cuenta que la materia prima y la mano de obra no iba más allá de los 20€, nos parece un poco excesivo, y la diferencia no se suple con un ambiente un tanto ruidoso y un servicio normalito, tirando a malo.

Finalmente, podemos decir que es una opción oriental que, por ese precio, es mejor enfocarla a otras casas en Madrid, como el Café Saigón, mencionado anteriormente... Debe ser el coste de las cadenas de restaurantes bajo una misma firma.

sábado, 31 de julio de 2010

La Cruz Blanca - Doctor Esquerdo 157

Seguimos con clasicos y desengaños...

Como pequeña introducción, la Cruz Blanca es una referencia en Madrid desde hace más de cuarenta años. ¿Quién no ha estado en la Cruz Blanca de Goya, o en su hermana casi gemela Santa Bárbara? Sitios clásicos para la cervecita bien tirada y una tapita de gambas cocidas, o algún que otro marisco o molusco, ya sea fresco o enlatado. La verdad es que nunca destacaron por su baratura, pero no se puede negar su encanto y tradición.

Pues bien, esta cadena desarrolló franquicia y se extendió generosamente por Madrid, y no siempre con la atención y el cuidado que correspondería a tan tradicional marca. Este no es el caso de la Cruz Blanca ubicada en Doctor Esquerdo 157. Es de los pocos establecimientos de la franquicia que se merecen un comentario, ya veremos en qué tono. El ambiente intenta recrear al de sus ancestros originarios sin conseguirlo, como ocurre en el resto de franquicias. No obstante, la decoración es correctita y típica de este tipo de locales. Prepondera un ladrillo falso, con murales de cerámica con el logotipo de la empresa, y algún dibujito de carácter tradicional y cierto toque art nouveau. La barra, amplia, que recibe con un generoso grifo para tirar una buena cerveza (dependerá de la pericia del camarero) cuenta con sus taburetes apropiados para el tradicional "cañeo".

Las tapas son frecuentes y casi obligadas, aunque no es un sitio donde puedas comer tomando cañas. No son escasas, pero tampoco es un local meritorio por éstas. Son bastante típicas: la tortillita con boina de ketchup, pegotón de ensaladilla, y mendrugos de pan con masas indeterminadas encima. ¿Dónde quedaron las patatas fritas de toda la vida? Aunque a veces las ponen, no son aquellas que nos deleitaban en los quioscos del Retiro.

Es cierto que también se puede tapear en barra pidiendo la carta, que es más bien normalita, y de precios un tanto excesivos para su calidad, aunque no es mala. En otros momentos, la fritura de pescaditos era notable y, por 15€ comían dos: chopitos, calamares, bienmesabe, algo de pescadilla, boquerones... Sin embargo, últimamente son 17€ y come uno regularcito. Si esta experiencia no te ha gustado, puedes pasar al salón comedor, algo más cuco, no demasiado masificado (no hace falta hablar con el comensal de al lado), y pedir una carta moderada en extensión y aceptable en calidad. Pero esta calidad corresponde a un precio un tanto excesivo. Hablamos de 40€ por persona en cuanto te vas a las carnes o a pescados: chuletón o entrecot a la parrilla aceptable, lubina y merluza generosas, bastante frescas, aunque normalmente pasadas de punto, y unos primeros platos que van desde sopas, judiones en invierno, a gazpachos en verano.

Los postres, algunos caseros, son bastante aceptables, aunque la casa no se distingue por ellos. Un ejemplo de buen postre es su tarta de milhojas.

En general, nos hemos referido a una calidad aceptable a un precio un poco elevado. Lo mejor, sin embargo, es la atención y amabilidad de la selección de camareros hecha por el encargado, donde se encuentra al camarero tradicional atento y simpático, lo cual, hoy en día, es muy de agradecer. Te motiva a dejar propina. Este punto, por desgracia, actualmente es de destacar, y casi es definitivo a la hora de elegir una casa.

Concluyendo, aunque la carta y la calidad se podrían merecer más de un 6, la relación calidad-precio no es correcta. La esmerada atención hace que la calificación final se pueda llevar a un notable de 7.

Como anotación final, agradecer la buena climatización que mantiene durante todo el año.

viernes, 23 de julio de 2010

Alfredo's Barbacoa - El desengaño de un clásico


Después de una amena tarde de tertulia, decidimos comer unas hamburguesas. Ya que estábamos cerca de Plaza de Castilla, recordé un clásico de las hamburguesas de Madrid: Alfredo's.

Para los que rondan los cuarenta, Alfredo's es uno de esos sitios emblemáticos donde se solía ir a cenar antes de continuar con la marcha nocturna. Sus imponentes hamburguesas a la brasa, sus steak, nachos, etcétera.
Siempre han deleitado los almuerzos y cenas de Madrid, al estilo americano o American style. En principio parecía una buena elección, sobre todo, teniendo en cuenta que era un día normal entre semana. Por lo tanto, no parecía importante el hecho de no haber reservado... Craso error.

Bajamos directamente al salón, y he ahí que nos encontramos con un cartelito más bien expeditivo que rezaba: "Espere aquí... Ahora le atendemos. Firmado: Roberto".
Bien, pues esperamos delante de un cutre mostrador a que llegase el amigo Roberto que, tres minutos después, apareció para indicarnos de forma nada amigable que en ese momento no había mesas y que, después, tampoco. Y que, después de las 11 de la noche, ya veríamos.
Ni de fumadores, ni de abstemios, ni de alcohólicos ni nada parecido. Es decir, no había sitio.

Al preguntarle si podíamos comer en barra, con una complacencia que rallaba la grosería, respondió: "Vayan y pregunten". Toda esta simpática conversación sin levantar la cabeza del mostrador, y en un tono más que impertinente. Con éstas, subimos a la planta de calle, donde está la barra y un par de mesitas donde se puede comer tranquilamente, incluso con menos sensación de claustrofobia que en el comedor. El camarero que atendió la barra, éste, sí, con mejor actitud, nos informó de que, a partir de las 11, a lo mejor, cenábamos. Eran las nueve y media y, la verdad, no nos apetecía esperar hora y media. Así que decidimos ir al Baby Rubaiyat, que está al lado.

Aquí podría acabar este comentario, que sólo quiere hacer notar que no hace falta tratar con desgana a los clientes porque el restaurante esté lleno. Una sonrisa y buenos modales ayudan a ganar futuros clientes y, aunque no te hagan falta, cosa que no suele ser frecuente, al menos creas un buen nombre y una buena aptitud sobre el restaurante.

He de reconocer que, otras veces, a pesar de la desidia de nuestro amigo Roberto, he comido unas hamburguesas bastante decentes, con una carne a la parrilla muy correcta, aunque no de excesivo tamaño para los 6€ que cuesta. Eso sí, sin guarnición, porque la tienes que pedir aparte. También es recomendable el Newyorker o bistec al grill. También solían tener (no apto para verano) un chilli muy adecuado en épocas de frío.

La decoración... qué decir de la decoración. Porque no la hay. Podría ser un bareto de cualquier tipo. Eso sí, con posters y souvenirs de los E.E.U.U. Y eso que tanto me gusta de los frigoríficos y arcones a la vista. Quizá en eso estribe su belleza. Pero, quizá, con un poquito más de detalle sería más acogedor.

En conclusión, no es mal sitio para tomar una hamburguesa a un precio normal, y si tienes mucha hambre, más bien deberías pedir dos. Para mi gusto es mejor tomarlas en barra y, tanto en el local de Lagasca como en el local de Juan Hurtado de Mendoza, es mejor en el "salón" exterior. Es menos claustrofóbico.

Mi puntuación sobre 10 sería:
3 para la atención al cliente
7 para la comida, siempre pensando que es tipo American grill.

Desde luego, no es un restaurante para pasar una velada de cena y tertulia, más bien "come y, lárgate".

Alfredo's Barbacoa

Lagasca, 5
Tlf.: 91 576 62 71

Juan Hurtado de Mendoza, 11
Tlf.: 91345 16 39

jueves, 22 de julio de 2010

Baby GRILL Rubaiyat: el Rubaiyat LOW COST

Ayer por la noche fuimos a cenar al Baby Grill Rubaiyat. Antes de entrar pudimos ver la bonita terraza, que en ese momento se encontraba llena de gente , y eso que para mi gusto hacía calor...
Encontramos mesa justo detrás de la que sale en la fotografía en primer plano. Nos sentamos y rápidamente la camarera nos atendió amablemente para preguntarnos por la bebida y los platos.
Todo iba a la perfección, pero a medida que pasaba el tiempo, nos empezamos a dar cuenta de unas cuantas cosas muy curiosas:
  • Justo en la puerta por la que salen los camareros (en la fotografía, la puerta de la izquierda) se pueden ver unas estanterías con ladrillos. (¿?) Puedes imaginarte que están de obras, pero también puedes imaginarte que los utilizan con fines gastronómicos... No sé, una buena imagen al cliente no es que den... y yo los tenía justo delante de mis ojos, tras la barra...
  • Unos minutos después, apareció un extraño "mercader turco" (lo bautizamos así, para darle sentido a ese personajillo) que nos pedía limosna y nos decía: "Dime la verdad, tienes dinero, dame algo, o si no encuéntrame ayuda". Vamos, con esos imperativos me dieron ganas de darle algo, sí, claro... Lo más gracioso es que después se tomó una cervecita.
  • El aire acondicionado no funciona. Hasta el más friolero siente un calor seco en ese restaurante, al menos si es como cuando estuvimos nosotros.
  • Música 0, lo que favorece que la gente se emocione y empiece a subir el volumen de la voz. La solución la tenía el negrito del "top manta" que también se paseó mesa por mesa. Pero fue una solución desaprovechada, claro, porque a ver si iba a estar por allí alguien de la SGAE...
  • Para los fumadores está bien, porque dejan fumar. Pero para los no fumadores, junto con el factor NO aire acondicionado puede ser un auténtico horror en interiores, porque todo el humo te viene a ti y no hay quien te lo quite de encima... y no es por culpar a los fumadores, sino que ¡¡podrían ayudar con el aire acondicionado!! ¡¡No quiero que me apeste el pelo al salir!!
  • Hemos sido testigos de lo siguiente: el tabaco se despacha en barra. Es decir, que el amigable camarero, por lo visto, te sirve sin necesidad de tener máquina (muy ahorrador para estos tiempos que corren).
  • El aperitivo que te dan para las cañitas (2'50€ una caña, por cierto) consiste en un cuenquito de pasas y panchitos. Poco apetitosos para mi gusto... con unas patatas fritas consigues dar más sed al cliente, y aparte su estómago está más contento.
  • Una mesa para tres personas es algo pequeña.
  • Se sirve cerveza Mahou.
  • Baño: NO HAY AGUA. ¿Con qué te lavas las manos? A ver, a ver... ¡SÍ! Con un bote de 1L de Listerine que encontrarás a tu izquierda! Justo al lado del espejo, para que te embadurnes en su mentolado aroma y te desinfectes las manos con su alcohol diluído.
  • Decoración: setentera. Lámparas del IKEA que acentúan el calor. Media pared picada recubierta de un dudoso color ladrillo rojo. Suelo de mármol rosa de tercera calidad, con veta blanca. Sillas de cuero, que pegan con el rojo ladrillo.

  • PLATOS:
  • Tuvimos la corazonada de pedir un bife de chorizo fileteado por el módico precio de 20€.
  • 20 minutos esperando... 30 minutos esperando... a los 40 minutos llegaron las patatas souffle de 2'50€... y, por fin, tras 50 minutos, por fin pudimos COMPARTIR el plato de bife de chorizo fileteado.
  • Sobre el bife de chorizo fileteado:
  • Incluyen como guarnición otras patatas souffle.
  • Sal Maldon sobre el bife de chorizo.
  • Con lo que habían tardado en traernos el plato, llegamos a pensar que pudo ser cocinado con el calor de una cerilla...
  • El bife es tierno, con sabor a barbacoa. Tiene un ligero sabor a cámara frigorífica.
  • Temperatura de la carne, contando con el tiempo empleado para llegar a la mesa: templado.
  • Puntuación de la carne: 6 sobre 10.
  • NO HAY PAN.
  • Los cubiertos no son de carne, más bien son los que se usan para untar mantequilla en una tostada.
  • Uniforme del personal: poco práctico, más bien hay desigualdad entre la indumentaria del personal, además de apreciar un tanga que asomaba por encima de los pantalones de la camarera.

  • PRECIO: pedimos 5 cañas Mahou, 1 bife de chorizo fileteado y 1 patatas souffle= 37'80€
  • Más bien caro para la calidad de la carne.
PUNTUACIÓN FINAL: 5 sobre 10.
Conclusión: BABY GRILL RUBAIYAT es el LOW COST del Rubaiyat.

Dirección:

Calle de Juan Ramón Jiménez, 37
28036 Madrid
913 591 000