Seguimos con clasicos y desengaños...
Como pequeña introducción, la Cruz Blanca es una referencia en Madrid desde hace más de cuarenta años. ¿Quién no ha estado en la Cruz Blanca de Goya, o en su hermana casi gemela Santa Bárbara? Sitios clásicos para la cervecita bien tirada y una tapita de gambas cocidas, o algún que otro marisco o molusco, ya sea fresco o enlatado. La verdad es que nunca destacaron por su baratura, pero no se puede negar su encanto y tradición.
Pues bien, esta cadena desarrolló franquicia y se extendió generosamente por Madrid, y no siempre con la atención y el cuidado que correspondería a tan tradicional marca. Este no es el caso de la Cruz Blanca ubicada en Doctor Esquerdo 157. Es de los pocos establecimientos de la franquicia que se merecen un comentario, ya veremos en qué tono. El ambiente intenta recrear al de sus ancestros originarios sin conseguirlo, como ocurre en el resto de franquicias. No obstante, la decoración es correctita y típica de este tipo de locales. Prepondera un ladrillo falso, con murales de cerámica con el logotipo de la empresa, y algún dibujito de carácter tradicional y cierto toque art nouveau. La barra, amplia, que recibe con un generoso grifo para tirar una buena cerveza (dependerá de la pericia del camarero) cuenta con sus taburetes apropiados para el tradicional "cañeo".
Las tapas son frecuentes y casi obligadas, aunque no es un sitio donde puedas comer tomando cañas. No son escasas, pero tampoco es un local meritorio por éstas. Son bastante típicas: la tortillita con boina de ketchup, pegotón de ensaladilla, y mendrugos de pan con masas indeterminadas encima. ¿Dónde quedaron las patatas fritas de toda la vida? Aunque a veces las ponen, no son aquellas que nos deleitaban en los quioscos del Retiro.
Es cierto que también se puede tapear en barra pidiendo la carta, que es más bien normalita, y de precios un tanto excesivos para su calidad, aunque no es mala. En otros momentos, la fritura de pescaditos era notable y, por 15€ comían dos: chopitos, calamares, bienmesabe, algo de pescadilla, boquerones... Sin embargo, últimamente son 17€ y come uno regularcito. Si esta experiencia no te ha gustado, puedes pasar al salón comedor, algo más cuco, no demasiado masificado (no hace falta hablar con el comensal de al lado), y pedir una carta moderada en extensión y aceptable en calidad. Pero esta calidad corresponde a un precio un tanto excesivo. Hablamos de 40€ por persona en cuanto te vas a las carnes o a pescados: chuletón o entrecot a la parrilla aceptable, lubina y merluza generosas, bastante frescas, aunque normalmente pasadas de punto, y unos primeros platos que van desde sopas, judiones en invierno, a gazpachos en verano.
Los postres, algunos caseros, son bastante aceptables, aunque la casa no se distingue por ellos. Un ejemplo de buen postre es su tarta de milhojas.
En general, nos hemos referido a una calidad aceptable a un precio un poco elevado. Lo mejor, sin embargo, es la atención y amabilidad de la selección de camareros hecha por el encargado, donde se encuentra al camarero tradicional atento y simpático, lo cual, hoy en día, es muy de agradecer. Te motiva a dejar propina. Este punto, por desgracia, actualmente es de destacar, y casi es definitivo a la hora de elegir una casa.
Concluyendo, aunque la carta y la calidad se podrían merecer más de un 6, la relación calidad-precio no es correcta. La esmerada atención hace que la calificación final se pueda llevar a un notable de 7.
Como anotación final, agradecer la buena climatización que mantiene durante todo el año.
1 comentarios:
Como vecino que soy del barrio puedo decir que en parte estoy de acuerdo con el comentario, pero desde luego, desde mi punto de vista y curiosamente, es un sitio mejor para comer que para tapear y tomar cervezas. Aunque tiene una amplia barra, los pinchos son demasiado cutres y las cervezas no estan bien tiradas. Sin embargo, yo recomiendo los pescados y algun buen entrecot. Es una pena que no se esmeren mas en el típico tapeo madrileño.
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